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jueves, 26 de marzo de 2020

Tocomocho a un Gobierno mediocre

En este caso, la realidad supera la ficción. Era lo que le faltaba a Sánchez, que le hayan metido el tocomocho, como Tony Leblanc se lo metía a los paletos en las inmediaciones de la madrileña estación de Atocha. O el tocomocho o él se la han metido doblada, o, quién sabe, lo que puede haber de entre medias. Más de sesenta mil test rápidos de identificación o localización en las personas del coronavirus que se han ido por las "alcantarillas". Tiempo, que es lo que más nos hace falta, perdido y dinero también, porque todavía el Gobierno no lo ha recuperado.
¡Quién puede ya creer a un presidente de Gobierno que miente, a unos ministros de ese Gobierno que mienten! Por más que quieran expandir mierda con el ventilador, los únicos responsables de todo el dolor, sufrimiento y encierro de todos los españoles son ellos. Ni comités científicos, ni asesores científicos y médicos. Si no se sabe asesorar el Gobierno, que se busque la vida. Porque si todos los asesores científicos lo son como Fernando Simón -que era el único en el pueblo que tenía pala y azadón- tendría Sánchez que pensarse muy mucho su continuidad. ¡Pero, por favor, no lo cambien! Es muy bueno, y tiene más cara que vergüenza. ¡Pero no lo cesen, no!
Como cara y desvergüenza tiene la comunista podemita, y ministra del Gobierno Sánchez, y compañera de elPabloManué, el comunista infiltrado en nuestro servicio de inteligencia, CNI. Hasta tal punto llega la desvergüenza que, hoy, en el mismo día, dos ministros continúan a estas alturas mintiendo como bellacos. La ministra "Montera", que parece recuperarse del contagio por coronavirus, que ha tenido que pasar de manera desahogada en el casoplón de Galapagar, todavía tiene la cara dura de arremeter contra las derechas, porque, eso dice ella, están arremetiendo contra la celebración de las manifestaciones del 8M para atacar el feminismo y que no había nada que indicara que esas manifestaciones podrían resultar peligrosas. Esta señora comienza a preocupar, parece como que tuviera un desvío mental. Grave asunto.
A la zaga le va el ministro de los Interiores, Marlaska, que abunda en la falacia, argumentando que no había ningún informe objetivo para que se suspendieran las manifestaciones del 8M. De hecho, argumenta, no se suspendió ningún evento masivo. Coñe, no y claro que no, hasta que se celebraran las manifestaciones que tanto querían los socialcomunistas del Gobierno. Dicho sea de paso, el Gobierno tenía informes de la peligrosidad de lo que se nos venía encima desde enero, y luego en febrero y tres días antes de las manifestaciones, y más que no sabemos, seguramente.
Mienten los dos, como miente Sánchez con sus pedidos de material para los sanitarios. Porque no llegan, y largo nos lo fía. Y lo que ha comprado no sirve. Los test no están homologados, no son precisos. En definitiva, no sirven para nada. Eso se lo ha dicho al Gobierno la embajada China en España, a quien el Gobierno debería haber consultado, porque aunque los compró en España, China tenía la lista de los vendedores autorizados y, entre ellos, casualidad, no estaba el vendedor al que se los compró.
Solo nos faltaba, que a posteriori, como siempre, nos enteremos de que esa empresa que le ha dado el tocomocho fuera o dependiera de Venezuela. Como tampoco nos extrañaría que el día menos pensado Sánchez y su ViceDos, el comunista podemita, reciban en Barajas, y con honores de Estado y refugiado político al comunista Maduro. Ya saben, los EE.UU. han puesto precio a su cabeza, nada más y nada menos que quince millones de euros, por terrorista y narcotraficante. Mientras, continuamos, por cierto, sin saber a dónde han ido a parar las maletas descargadas en el aeropuerto español, que se trajo la "dulce Delcy", que, dicen, podrían estar cargadas de oro.
Sánchez no convenció ayer en el Congreso, y hoy se le cae encima, tras el repaso de Casado y el timo que le han metido. Sánchez, no debe, que está en cuarentena; el jefe del Estado, sí. Por eso el Rey visitó a los enfermos hospitalizados en IFEMA. El Rey continúa siendo el símbolo de la unión de España y los españoles, por más que le pese a Sánchez y, en verdad, le pesa.

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