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miércoles, 8 de julio de 2020

Hacia otro confinamiento

Que lo de Lérida y Lugo se está poniendo chungo. Por menos contagios empezamos y miren a dónde nos llevaron las bromitas y las omisiones políticas. ¡Solo basta recordar a elEnterrador Simón: un par de contagios, y ya está! Más de cuarenta mil muertos y cientos de miles de contagiados, con una sanidad colapsada y todo el país confinado, soportando estoicamente cómo el gobierno socialcomunista hacía y deshacía a su antojo sobre asuntos que nada tenían que ver con la pandemia, mientras era incapaz de gestionar correctamente la crisis. Fueron días negros, oscuros en los que nos sumió Sánchez, Pedro Sánchez, con su estado de Alarma.

Que lo de Lérida y Lugo se está poniendo chungo lo estamos viendo por horas, por días. Los catalanes ya se sienten impotentes para frenar su pequeña pandemia y los gallegos esperan que pasen las elecciones del domingo. ¡Eso nos recuerda otra nefasta fecha, la del 8M! Desde fuera de esas comunidades se ve con inquietud la situación de gallegos y catalanes. Inevitablemente, estamos expectantes y temerosos, porque, ya tenemos la experiencia, el virus se expande como la grama. 
Por de pronto, una de las medidas que se han adoptado en Cataluña, a partir de mañana, que ya es tarde, es la obligatoriedad de utilizar la mascarilla en el momento de salir a la calle. Es decir, y por si alguno no lo entiende, deberán los catalanes de colocársela correctamente, tapando nariz y boca y en todo momento, no en la barbilla y mucho menos en el codo. Porque, para eso, mejor se la cuelgan de sus partes, y a correr.
Desgraciadamente, son muchos los que se creen inmunes al coronavirus -que de eso hablábamos- y van por las calles sin ningún tipo de protección para los demás conciudadanos. Si esos desalmados no se cuidan es su problema, pero tienen la obligación de no perjudicar a los demás. Si tan poco aprecio tienen por su vida, ya digo, es su problema -y lo tienen, y muy grave-, pero deben salvaguardar la de los otros.
Es muy bonito y muy cómodo, y más con estos calores, salir a la calle sin protección alguna; sin embargo, este acto está coartando la libertad de los demás, que tienen el mismo derecho a disfrutar de los paseos -que la calle es de todos-, sin correr el peligro de que unos insensatos les puedan contagiar el virus. Solo cuando ven que un familiar allegado o un amigo cercano son hospitalizados de urgencia, que algunos ya no pueden recuperarse, es cuando se dan cuenta -o no- de la importancia que puede tener una simple mascarilla, que no es otra cosas que un mínimo de respeto hacia el prójimo.
Ahora que también es cierto que una parte -una gran parte- de esa insolidaridad ciudadana, de la insolencia de miles y miles de personas que pasan de todo, originando resultados dramáticos, dolorosos y traumáticos, hasta ocasionar la muerte a cientos de personas, proviene de la mala información que los políticos están trasmitiendo a la sociedad. Anuncios largos, tediosos y contradictorios no ayudan en nada a la concienciación de los que aparentan descaradamente no tener conciencia alguna.
Y lo más grave de todo es que el Gobierno socialcomunista, que con tanta ineptitud se mostró durante la gestión de la pandemia, tanto en lo económico como en lo sanitario, nos ocultó -lo sigue haciendo- la realidad del grandísimo drama que muchas familias tuvieron que sobrellevar en soledad y en silencio, sin poder despedirse de sus seres queridos y mucho menos acompañarlos en el último momento. También fueron muchos, miles, los contagiados que tuvieron que atravesar otro drama, acompañados tan solo por los sanitarios, que tanto lucharon -hay que reconocérselo- exponiendo sus propias vidas sin "armas" para defenderse ellos mismos. 
Eso nos lo ocultó -y sigue haciéndolo- el gobierno socialcomunista, que continúa como si nada hubiera sucedido, ni en lo económico ni en lo sanitario. Pero sí que están preocupadísimos los socialcomunistas por derrocar la Monarquía, liberar a los delincuentes catalanes golpistas, conceder el tercer grado -ponerlos en la calle- a los presos etarras, con o sin delitos de sangre, y ver la manera de coartar la libertad de expresión a los medios de comunicación y redes sociales que no le son afines y que les resultan peligrosos.

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