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jueves, 18 de diciembre de 2014

Torres Dulce dimite y nos deja "tumbaos"

Torres Dulce dimite como Fiscal General del Estado. Eso dicen los "urgentes" y "los últimas horas" de periódicos y agencias informativas. Pues otro vendrá que bueno lo hará. Lo que fastidia de esto es que dice que dimite por motivos personales. !Toma ya! Cuando se dimite es por motivos personales, no se va a dimitir por motivos del vecino. !No te digo! Que diga por qué dimite en realidad. Y ya está, que no pasa nada hombre. En menudas ha estado metido este señor -con cara de ánima en pena-, para que ahora se calle el motivo real de la dimisión. Luego lo dirá, ya verán, pero, de momento, por motivos personales. !Y un carajo!No digo que tenga sus motivos muy bien justificados, aunque ahora no lo quiera decir. Pero también es cierto que es muy fácil marcharse, dejando la casa por barrer y la maleta a medias de colocar y las arañas tejiendo la tela. Se va para su sitio, para el Tribunal Constitucional, y ahí me las den todas. Así cualquiera.
Lo del señor exfiscal General del Estado, es estar a las duras y a las maduras. Después de embolsarse la pasta que se ha embolsado -a su sueldo, me refiero- y ampliar currículo, va, coge y aquí nos deja "tumbaos". Seguro que la decisión de su dimisión la ha tomado con energía, tras una meditación y reflexión profundas, en una palabra, convencido. Vale, de acuerdo, hasta cierto punto comprensible, pero al menos podía tener la valentía y la honradez de decir la verdad de por qué se "las pira". Pues qué bien
Somos hasta "entendedores" de la dimisión, claro, no va a estar ahí de por vida. Aunque también nos habría gustado que durante su mandato se hubiera mostrado igual de contundente en sus actuaciones y en sus decisiones, es decir receptivo con los ciudadanos, con sus inquietudes, con sus necesidades. Coño, porque, al fin y al cabo, somos los que pagamos.
Vea usted, eso de que el presidente de la Generalidad de Cataluña -con sus fiscales, no sé si los suyos de usted o los suyos de él- hiciera un referéndum -una porquería de consulta, sí, también de acuerdo, pero la hizo- y siga tan tranquilo, oiga, paseando por la calle y saliendo en los medios de comunicación, pues, qué quiere que le diga, no se entiende. Que es un delincuente, el tal Arturo, que lo sabemos todos aun siendo leguleyos. Que es un incumplidor de sentencias, un sedicioso, un encubridor de los Pujjol.
Ese Arturo, le ha ganado a usted, con chulería de chulo, la partida, señor exfiscal General del Estado, por no haber actuado como tenía que haberlo hecho, y con todas las consecuencias. Como tenía que haberlo hecho con la excarcelación de los asesinos criminales de la banda terrorista de ETA, como el enemigo público número uno, el sanguinario Santi Potros, que como Arturo, se pasea tranquilamente por las calles jaleado por todos los impunes bandidos.
Sólo estos dos hechos producidos durante su mandato, señor Torres Dulce, son más que suficientes para que ya hubiera presentado la dimisión desde hace tiempo. Ahora que ya no está en la nube, sino que en breve pondrá los pies en el suelo, acaso se percate y vea las cosas de otra manera y entienda y sepa -aunque ya no servirá de nada- cómo se puede encontrar el ciudadano normal, el pesimismo que nos invade, cuando vemos cómo Arturo hace lo que le viene en gana y el fiscal general sin actuar, cómo los fiscales se rebelan contra el fiscal general, y ná, cómo los asesinos de ETA -ayer salió de prisión otra etarra sanguinaria- se pasean por las calles y se ríen de sus víctimas. Sólo con eso, ya le digo, habría sido suficiente para una dimisión. De lo contrario, tendría que darnos unas razones muy poderosas -abiertos estamos a recibirlas- para que la ciudadanía comprendiera, apoyara y aplaudiera si fuera preciso sus actuaciones durante su mandato. Por imperativo de fuerza mayor.
Señor exfiscal General del Estado, expóngalas, sus razones, sin miedo, con todas las consecuencias, afecte a quien afecte o caiga quien caiga (que es expresión manida, pero se lleva). En este país hemos visto tantas cosas que no nos vamos a asustar. Acaso a sorprender. Sí.

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