Todavía elBarredor no ha recogido el guante que le arrojara María Caballero, hija de Tomás
Caballero, concejal de Pamplona,
asesinado por uno de los miembros de la banda mafiosa etarra. ElBarredor le ha
dado a los etarras de Bildu la
alcaldía de Pamplona, además de insultar y llamar sinvergüenzas y corruptos a
los que por votos les habría correspondido gobernar. María le ha dicho que esos
calificativos se los diga a la cara.
Ni ahora ni nunca se atreverá; no es lo suficientemente valiente para ello.
Sólo se atreve a insultar cuando se sabe protegido y que lo atienden los medios
de comunicación o cuando entra en los estudios como elefante por cacharrería
acompañado de toda una cohorte. Insulta a los periodistas, a los que calificaba
de “machistas” por preguntarle –entonces- por su –entonces- compañera
sentimental, laTania; insulta al
socialista Carmona, tildándolo de
“tooonto” y “subnormal”; insulta, como digo, a las víctimas del terrorismo, a
las que siempre ha despreciado. Todo el que lo contraría no merece la pena ser
de este mundo, ni por supuesto, su magnánima atención. ¡Quién lo viera y quién
lo ve!
Ejemplo podía tomar del presidente Urkullu,
quien ha pedido perdón a las víctimas del terrorismo, anunciando una nueva
etapa entre éstas y el Gobierno Vasco;
es más, ha reconocido haber “llegado tarde a la sensibilidad y respuesta que
merecían”. Para los tiempos que corren, no es poco asumir una dura autocrítica,
como lo ha hecho el “lendakari”. El soberbio de elBarredor jamás tendría este
gesto; si lo hiciera, se metería al personal en el bolsillo, siempre que
rompiera su pacto con Bildu. Pero no lo va a hacer; algo hay por ahí que
políticamente se lo impide. Puede que con el tiempo, que todo lo destroza,
sepamos el porqué.
La Asociación de Víctimas del Terrorismo
(AVT) considera que tras las declaraciones
del presidente vasco “hay un antes y un después”. Las víctimas se han
encontrado reconfortadas con las palabras de Urkullu, que, aunque han llegado
tarde, más vale que nunca, porque, como bien dice, el fin de la violencia
no presupone el pasar página y a empezar
desde cero. Ciertamente, hay unas víctimas y unos asesinos, que deben de pedir
perdón, mostrar arrepentimiento, indemnizar y colaborar con la Justicia y, por
supuesto, penar sus condenas. Todo lo que suponga alejarse de esos supuestos,
es sembrar en baldío.
De todas formas, no ha explicado Urkullu qué es lo que ha sido de ese plan suyo
entitulado “Comprometerse”, que poco
antes de las elecciones del 24M
expuso a las familias de los presos de ETA,
cuando tras reunirse con ellas manifestó estar profundamente conmovido por su
sufrimiento. La “locura” electoral de Urkullo propugnaba la rehabilitación de
los presos de la banda asesina, para lo que se les propiciaría una vivienda y
un puesto de trabajo. Ni las víctimas del terrorismo ni el arrepentido
presidente del Ejecutivo vasco han
hecho mención a este plan. Nos gustaría entender que la “locura” de Urkullu fuera
pasajera; de lo contrario, habríamos hecho un pan como unas obleas. Eso, eso,
palabras acompañadas de hechos, que dice Consuelo
Ordóñez.
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